Te veía cada mañana
paseando por el jardín,
mi corazón me guiaba hacia ti
pero al llegar me detenía
porque tenía miedo, miedo de que me ignoraras
como aquél mendígo que paseaba por allí.

El tiempo pasaba
no dejaba de pensarte
pensaba en tu cara, en tu cuerpo;
soñaba en acariciarte y no dejar de besarte.

Aquél día,
mi corazón no pensaba en tí
pero cuando te vi
recordé tus paseos por el jardín
y mi vida cambió desde que te conocí